Patricia es nombre de mujer; en este relato es nombre “ficticio” y aunque lo que está viviendo parece una “ficción”, su vida es para sentirla en “carne y hueso”.
Patricia es mujer; mujer como yo, y madre, también como yo, o como tú. Lucha por el porvenir de sus tres hijos que quedaron al cargo de la abuela allá en Colombia. El papá se bebió los dineros que ella enviaba todos los meses trabajando de interna en la casa de unos señores en Valencia. Después, él se fue.
Ella quedó sin trabajo, pues no pudieron seguir costeando sus servicios. Durante mucho tiempo buscó otras casas donde limpiar, pero ya no quedaron más sitios donde preguntar. Ya pasó el tiempo y Patricia no pudo renovar su permiso de trabajo y con ello, quedó sin residencia, sin lugar, sin papeles. Ahora Patricia ya es “ilegal”. Ya no puede costear los estudios de sus hijos, ni enviar dinero a su mamá para los gastos, tampoco ella puede pagar el alquiler de la habitación donde malvive en el “Barrio Chino” de Valencia. Pero ella no cuenta nada; su tristeza para ella, sólo amor para sus hijos.
Ahora Patricia sale a la calle, una de sus compatriotas le dice que vaya con ella y le explica cómo hacer. Siempre con “camisinha”, como dicen las del Brasil. Y Patricia sale y no le gusta. Está desesperada, asqueada, muerta de miedo. Piensa en sus niños; siempre piensa en ellos, en sus niños que no puede ver, no puede tocar... Sonríe cuando imagina a los dos pequeños jugando frente a la casa y a la mayor presumiendo ante el espejo. Y llora cuando recuerda que seguirá sin poderlos tocar sin saber por cuánto tiempo. Pero ella no cuenta nada; su tristeza para ella, sólo amor para sus hijos.
Y Patricia vuelve a salir a la calle y no le gusta, pero hace de “tripas corazón”. Esta tarde hizo 30 €; 15 por un completo, con condón, claro. 20 le dijo el señor, si lo hacía sin condón. Pero Patricia no sabe de chantajes y dice que “NO”. Con “condón cariño, mejor para los dos”. Ya pasaron cuatro años desde que llegó a España buscando mejor vida, cuatro años de desesperanza, de ilusiones perdidas; cuatro años que dejó su vida atrás.
Patricia cuenta que ahora las cosas están ya muy difíciles en el “Chino”. Se refiere al barrio de Velluters, casco antiguo del Centro de Valencia. Que la poli no las deja reunirse en la calle si son más de tres, que no pueden subir al piso con el señor; les bloquean el paso y no pueden “trabajar”. Ella preferiría “trabajar” en el local. Dice que no le gusta que la vean los niños cuando pasan por la acera de enfrente, que siente vergüenza, pero cerraron los locales del barrio y no sabe cómo hacer. Está desesperada, ya no sabe dónde ir. “Me visto bien y yo no armo jaleo en la calle”, “no molesto a nadie; la calle es de todos”, dice Patricia. Está enojada y recuerda los carteles que colgaron por todo el barrio: “Velluters Sin Prostitución”. Patricia está desconsolada, “nos quieren echar del barrio y no tenemos dónde ir”. Patricia ya perdió todo, sólo le quedó amor.
Judith, Médicos del Mundo 2012
Ella quedó sin trabajo, pues no pudieron seguir costeando sus servicios. Durante mucho tiempo buscó otras casas donde limpiar, pero ya no quedaron más sitios donde preguntar. Ya pasó el tiempo y Patricia no pudo renovar su permiso de trabajo y con ello, quedó sin residencia, sin lugar, sin papeles. Ahora Patricia ya es “ilegal”. Ya no puede costear los estudios de sus hijos, ni enviar dinero a su mamá para los gastos, tampoco ella puede pagar el alquiler de la habitación donde malvive en el “Barrio Chino” de Valencia. Pero ella no cuenta nada; su tristeza para ella, sólo amor para sus hijos.
Ahora Patricia sale a la calle, una de sus compatriotas le dice que vaya con ella y le explica cómo hacer. Siempre con “camisinha”, como dicen las del Brasil. Y Patricia sale y no le gusta. Está desesperada, asqueada, muerta de miedo. Piensa en sus niños; siempre piensa en ellos, en sus niños que no puede ver, no puede tocar... Sonríe cuando imagina a los dos pequeños jugando frente a la casa y a la mayor presumiendo ante el espejo. Y llora cuando recuerda que seguirá sin poderlos tocar sin saber por cuánto tiempo. Pero ella no cuenta nada; su tristeza para ella, sólo amor para sus hijos.
Autora: Sara Janini |
Patricia cuenta que ahora las cosas están ya muy difíciles en el “Chino”. Se refiere al barrio de Velluters, casco antiguo del Centro de Valencia. Que la poli no las deja reunirse en la calle si son más de tres, que no pueden subir al piso con el señor; les bloquean el paso y no pueden “trabajar”. Ella preferiría “trabajar” en el local. Dice que no le gusta que la vean los niños cuando pasan por la acera de enfrente, que siente vergüenza, pero cerraron los locales del barrio y no sabe cómo hacer. Está desesperada, ya no sabe dónde ir. “Me visto bien y yo no armo jaleo en la calle”, “no molesto a nadie; la calle es de todos”, dice Patricia. Está enojada y recuerda los carteles que colgaron por todo el barrio: “Velluters Sin Prostitución”. Patricia está desconsolada, “nos quieren echar del barrio y no tenemos dónde ir”. Patricia ya perdió todo, sólo le quedó amor.
Judith, Médicos del Mundo 2012
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